Para el gobierno venezolano, la llegada del buque es una “amenaza directa a su soberanía”.

Analistas internacionales, como Carlos Alberto Patiño Villa, sostienen que el despliegue va más allá de la lucha antidrogas y constituye el inicio de “operaciones psicológicas” contra Maduro, buscando generar intimidación y presión estratégica. La presencia de una nave de más de 100.000 toneladas no es un gesto trivial; simboliza la reafirmación del poder naval estadounidense en una región donde la influencia de China y Rusia ha crecido. Este movimiento se produce en un momento de máxima tensión, con Washington habiendo realizado ya numerosos ataques a embarcaciones en la zona, y refuerza la narrativa del gobierno venezolano de que una agresión externa es inminente.