Esta operación formaliza y escala una serie de ataques letales recientes contra presuntas narcolanchas, elevando drásticamente la tensión geopolítica en la región.

El anuncio fue realizado por el secretario de Defensa, Pete Hegseth, quien declaró que la misión, liderada por el Comando Sur (SOUTHCOM), busca “expulsar a los narcoterroristas de nuestro hemisferio”. La operación se enmarca en un contexto de creciente actividad militar estadounidense que incluye la destrucción de más de 20 embarcaciones desde septiembre, con un saldo de entre 70 y 80 muertos, según diversos reportes. El gobierno de Washington justifica estas acciones argumentando que forman parte de un “conflicto armado no internacional” contra los carteles, a los que ha designado como “organizaciones terroristas”, lo que le permitiría legalmente, desde su perspectiva, emplear fuerza letal.

Sin embargo, esta estrategia ha generado una fuerte controversia internacional.

La ONU y varios países han denunciado los ataques como posibles “asesinatos extrajudiciales”, mientras que Venezuela y Colombia han sugerido que muchas de las víctimas podrían ser pescadores. La operación representa un cambio cualitativo en la estrategia estadounidense, pasando de la interdicción a una lógica más ofensiva que combina drones, patrullajes y acciones directas. Analistas señalan que, más allá de la narrativa antidrogas, la 'Operación Lanza del Sur' es un instrumento de presión sobre regímenes que EE.

UU. considera adversarios, en particular el de Venezuela, y una reafirmación de su influencia en el hemisferio.