Esta alianza se ha materializado en ejercicios militares conjuntos entre las fuerzas de ambos países, una acción que fue formalmente rechazada por Caracas.

La postura del gobierno trinitense ha provocado tensiones no solo a nivel diplomático, sino también social.

Los pescadores locales se encuentran divididos: mientras algunos ven con buenos ojos una mayor seguridad en las aguas que comparten con Venezuela, otros temen ser víctimas de los ataques o quedar atrapados en medio de un conflicto geopolítico. La situación es compleja, ya que la economía de poblaciones costeras como Güiria en Venezuela, que dependía del comercio informal con Trinidad y Tobago, se ha visto paralizada por el miedo a navegar. Este cambio de estrategia de Trinidad y Tobago, que históricamente mantenía una relación de vecindad con Venezuela, refleja un realineamiento geopolítico en el Caribe, donde la presión de Estados Unidos está reconfigurando las alianzas tradicionales.