Esta postura ha avivado las preocupaciones sobre una posible confrontación geopolítica indirecta entre potencias en América Latina.

Ante el despliegue naval estadounidense y los rumores de una posible solicitud de ayuda militar por parte de Venezuela, el portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov, declaró que ambos países están unidos por “obligaciones contractuales”, en alusión al acuerdo de asociación estratégica firmado en mayo de 2025. Aunque no confirmó una petición formal de asistencia, el diputado ruso Alexéi Zhuravliov aseguró que Moscú ya está suministrando ayuda militar a Caracas. El Ministerio de Asuntos Exteriores ruso también denunció la “excesiva fuerza militar” de EE.

UU. en la región.

Por su parte, el gobierno venezolano agradeció a Rusia su “solidaridad”.

Analistas señalan que la alianza con Caracas ofrece a Moscú una oportunidad para proyectar su poder en el hemisferio occidental y consolidar su presencia en sectores estratégicos como la energía y la defensa, en un movimiento que recuerda la lógica de bloques de la Guerra Fría. La confluencia de la retórica de Trump y el respaldo ruso posiciona nuevamente a Venezuela como un epicentro de la rivalidad global, donde cualquier escalada podría tener consecuencias impredecibles para la estabilidad regional.