Figuras europeas de alto nivel como la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, el canciller alemán, Friedrich Merz, y el presidente francés, Emmanuel Macron, han anunciado que no asistirán. Aunque se citan conflictos de agenda, fuentes diplomáticas y reportes de prensa vinculan estas ausencias al deseo de evitar tensiones con la administración Trump por su postura de mano dura hacia Venezuela y Colombia.

La situación ha creado una brecha diplomática.

El presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, ha sido contundente al afirmar que la cumbre “no tiene sentido si no se habla de los ataques de EE.

UU.”, y confirmó su asistencia “en solidaridad con Venezuela”. En contraste, la Unión Europea parece preferir evitar el tema para no antagonizar con Washington. Esta división resalta la debilidad estratégica y la cautela de Europa en una región donde la influencia estadounidense se reafirma agresivamente. La baja asistencia de jefes de estado europeos amenaza con socavar la relevancia de la cumbre, convirtiendo lo que debía ser un foro de cooperación birregional en una muestra de fracturas geopolíticas.