Sin embargo, mantiene una postura ambigua sobre la posibilidad de una intervención militar directa en territorio venezolano. En una entrevista con el programa “60 Minutes” de la cadena CBS, al ser preguntado sobre si los días de Maduro estaban contados, Trump respondió de manera contundente: “Yo diría que sí. Creo que sí”.
A pesar de esta predicción, fue evasivo respecto a planes de una invasión terrestre, declarando: “No voy a decir si es verdad o no, no le revelaría a una reportera si voy a atacar o no”.
Este doble mensaje, que combina la certeza de un colapso inminente con la ambigüedad estratégica, parece diseñado para maximizar la presión psicológica sobre el régimen de Maduro.
Trump justifica su postura de mano dura acusando a Venezuela de enviar deliberadamente criminales a Estados Unidos, afirmando que el país “vació sus prisiones en nuestro país” y “sus instituciones mentales”. Enmarca las operaciones navales en el Caribe como una guerra contra los carteles que, según él, están “en guerra contra Estados Unidos”. Aunque tanto Trump como su secretario de Estado, Marco Rubio, han negado públicamente que un ataque a Venezuela sea inminente, el presidente también ha mencionado planes para detener el narcotráfico “por mar y también por tierra”, manteniendo viva la amenaza de una operación terrestre y contribuyendo a una atmósfera volátil en la que la línea entre la guerra psicológica y el preludio de un conflicto real permanece intencionadamente borrosa.













