Esta decisión se produce en un contexto de creciente tensión y despliegue militar en el Caribe. La votación, que concluyó con un estrecho margen de 51 votos en contra y 49 a favor, consolida la facultad del poder ejecutivo para decidir unilateralmente sobre eventuales operaciones en el país suramericano. La iniciativa, impulsada por el senador demócrata Tim Kaine y respaldada por republicanos como Rand Paul, pretendía reafirmar el papel constitucional del Congreso en la autorización de intervenciones militares. Durante el debate, Kaine argumentó que el Congreso no debe “ceder su poder a ningún presidente”.
El fracaso de la resolución es visto como una victoria para la postura de mano dura de la administración Trump, que acusa al gobierno de Nicolás Maduro de estar vinculado a redes de narcotráfico. Críticos de la decisión, como el senador Paul, advirtieron sobre los riesgos de una escalada, afirmando que “una guerra en Venezuela podría fortalecer a los mismos cárteles que intentamos derrotar y provocar una migración masiva hacia nuestro país”. La decisión otorga, en la práctica, vía libre a Trump para continuar con su estrategia de máxima presión, eliminando un posible freno legislativo a sus acciones en un momento en que las operaciones militares estadounidenses en la región ya han causado decenas de muertes y han sido calificadas por la ONU como posibles violaciones al derecho internacional. La mayoría republicana argumentó que el presidente, como comandante en jefe, tiene la potestad para decidir sobre operaciones en defensa de la seguridad nacional.













