A pesar de la creciente incertidumbre política y la amenaza de una intervención externa, la vida cotidiana en Venezuela continúa marcada principalmente por la crisis económica. La población vive con el temor a expresar opiniones políticas mientras el gobierno de Nicolás Maduro mantiene un despliegue militar defensivo. En las calles de Caracas no se observan compras nerviosas ni movimientos masivos de pánico, pero la principal preocupación de los ciudadanos sigue siendo la precaria situación económica. El temor a manifestar opiniones políticas es una constante en la sociedad, una tensión interna que se suma ahora a la presión por una posible intervención militar de Estados Unidos. En respuesta a la presencia naval estadounidense en el Caribe, el gobierno de Maduro ha desplegado fuerzas armadas en zonas costeras y barrios populares, mientras los milicianos se mantienen a la espera de instrucciones. En las zonas pesqueras como Güiria, en el estado Sucre, el miedo es más palpable.
Pescadores y comerciantes han paralizado sus actividades por temor a los ataques de EE.
UU., lo que ha afectado la economía local y la migración hacia Trinidad y Tobago.
Un comerciante anónimo comentó a EFE: “Ya no están saliendo embarcaciones hacia Trinidad, ni siquiera de migrantes.
Hay miedo de que ocurra una explosión y mueran”.
En contraste, en Cumaná, los pescadores aseguran no tener miedo al despliegue naval, pero su faena se ve perjudicada por la escasez de gasolina. Esta dualidad refleja cómo la amenaza externa se percibe de manera distinta en el país, aunque la crisis interna sigue siendo el problema más inmediato para la mayoría de los venezolanos.
En resumenMientras la tensión militar con Estados Unidos domina la escena internacional, la población venezolana enfrenta la crisis con una mezcla de normalidad y temor. La crisis económica sigue siendo la principal angustia, aunque el miedo a la represión política y a una posible intervención militar se ha intensificado, afectando de manera directa a las comunidades costeras.