La movilización incluye buques de guerra, un submarino nuclear y el inminente arribo del portaaviones más grande y moderno de su flota, el USS Gerald Ford.

Oficialmente, la administración Trump describe la operación como una misión antidrogas a gran escala.

Sin embargo, diversos análisis y funcionarios anónimos citados en los artículos sugieren que el objetivo principal es ejercer presión militar para forzar la salida del poder de Nicolás Maduro. El despliegue naval, calificado como el más grande en Latinoamérica en al menos veinticinco años, ha sido interpretado por Caracas como un "asedio criminal" y el preludio de una posible agresión.

La presencia del USS Gerald Ford, junto a un grupo de ataque que incluye destructores y buques anfibios, eleva la capacidad ofensiva estadounidense en la zona a un nivel sin precedentes desde la Guerra del Golfo. A esta fuerza naval se suman aviones de combate F-35 en Puerto Rico y sobrevuelos de bombarderos B-1B cerca de la costa venezolana. Expertos como Eric Hershberg, de la American University, señalan que la campaña busca "intimidar al Gobierno Maduro", mientras que otros, como James Mahon de Williams College, creen que Trump busca una "victoria fácil en política exterior" y no descartan ataques limitados sobre activos militares venezolanos que Washington pueda vincular al narcotráfico. Esta militarización del Caribe no solo afecta a Venezuela, sino que también deteriora las relaciones con aliados históricos como Colombia, cuyo gobierno ha manifestado su rechazo a una solución armada.