Estas acciones, justificadas por Washington como una ofensiva contra el narcotráfico, son calificadas por Caracas como una agresión directa a su soberanía.
Desde septiembre, las fuerzas estadounidenses han ejecutado al menos seis ataques contra embarcaciones en aguas internacionales cercanas a Venezuela, dejando un saldo de más de 27 muertos. El presidente Donald Trump ha confirmado personalmente estas operaciones, incluyendo el bombardeo de un "submarino cargado de drogas" y una lancha con seis presuntos "narcoterroristas".
Por primera vez, en uno de estos ataques se reportaron sobrevivientes, quienes quedaron bajo custodia estadounidense. La ofensiva se complementa con un notable aumento de la presencia militar en la zona: el despliegue naval pasó de seis a ocho buques, se movilizaron cientos de marines a Puerto Rico y bombarderos B-52 sobrevolaron cerca del espacio aéreo venezolano. El asesor de seguridad Manfred Grautoff describió estos vuelos como "casi la punta de lanza para lanzar un ataque de gran calado". La justificación oficial de EE. UU. es la lucha contra el llamado "Cartel de los Soles", pero estas acciones han generado una fuerte condena. El gobierno venezolano las ha calificado de "agresión psicológica" y violación del derecho internacional, mientras que el presidente colombiano, Gustavo Petro, las denunció como una "agresión en el Caribe". La controversia se agudiza con testimonios de familiares en Trinidad y Tobago que afirman que algunas de las víctimas eran pescadores inocentes, lo que pone en duda la narrativa de Washington.













