La propuesta buscaba aliviar las sanciones y la presión militar, mientras públicamente el gobierno venezolano mantenía un discurso antiimperialista.

Según las fuentes citadas, altos funcionarios venezolanos, con la aprobación de Maduro, propusieron a Washington una participación dominante para empresas estadounidenses en los sectores de petróleo, oro y otros minerales del país. El acuerdo incluía otorgar contratos preferenciales, redirigir las exportaciones de petróleo de China a Estados Unidos y reducir drásticamente los vínculos energéticos con China, Rusia e Irán.

Estas conversaciones se llevaron a cabo durante meses, incluso mientras la administración Trump calificaba públicamente al gobierno de Maduro como un "cartel narcoterrorista" y aumentaba su presencia militar en el Caribe. A pesar de que Maduro habría visto estas concesiones como un "precio inevitable para evitar la intervención militar estadounidense", la Casa Blanca finalmente rechazó la oferta.

Posteriormente, el presidente Trump ordenó a su enviado especial, Richard Grenell, suspender todos los esfuerzos y contactos diplomáticos con Caracas.

Esta ruptura de los canales de diálogo, sumada a la escalada militar, ha llevado a analistas a creer que el objetivo de Washington es la destitución de Maduro, ya sea por medios de presión o por la fuerza. Por su parte, Maduro ha minimizado la decisión, afirmando que Venezuela "no depende de los gringos".