La orden fue comunicada al enviado especial Richard Grenell, quien había estado liderando conversaciones con altos funcionarios venezolanos, incluido el propio Maduro.

Según los informes, la decisión refleja la frustración de Trump ante la negativa del mandatario venezolano a renunciar al poder voluntariamente.

Este quiebre diplomático se produce en paralelo a una escalada militar en el Caribe, lo que sugiere una estrategia coordinada para aumentar la presión sobre Caracas.

Fuentes de la Casa Blanca citadas en los artículos afirman que Trump está dispuesto a usar “todos los elementos del poder estadounidense” y que no habrá más negociaciones. La respuesta de Nicolás Maduro ha sido desafiante, minimizando la decisión y afirmando que Venezuela “no depende de los gringos”. El Partido Demócrata en Estados Unidos ha criticado esta postura, acusando a Trump y a figuras como Marco Rubio de buscar una “guerra” y un “cambio de régimen” en Venezuela. El fin del diálogo elimina una vía para la resolución pacífica del conflicto y alinea la política exterior estadounidense con escenarios de confrontación directa, lo que ha generado alarma en la comunidad internacional y entre analistas que ven un riesgo creciente de intervención militar.