Siguiendo una tradición iniciada en 2013, el gobierno de Nicolás Maduro decretó el inicio de las festividades navideñas en Venezuela el 1 de octubre. La medida, que llena las calles de decoraciones dos meses antes de diciembre, es presentada como una fórmula para fomentar la alegría y activar la economía, aunque es criticada por la oposición como una distracción de los problemas del país. El anuncio fue confirmado por altas figuras del chavismo, como Diosdado Cabello, quien declaró: “Para los amargados no habrá Navidad, según ellos, pero para nosotros sí, para el país entero”. El propio Maduro ha defendido la medida como “una fórmula que funciona para la economía y la alegría del pueblo”, argumentando que impulsa la cultura y dinamiza el comercio interno.
Inmediatamente después del anuncio, espacios públicos en Caracas, como el Paseo Los Próceres, comenzaron a ser adornados con luces y árboles de Navidad.
Sin embargo, la oposición ha rechazado enérgicamente esta iniciativa. El dirigente Henrique Capriles criticó la decisión, señalando la desconexión del gobierno con la realidad de los ciudadanos: “El salario se hace sal y agua, la educación está en crisis, y el gobierno celebra Navidad”. Este año, el adelanto de la Navidad ocurre en un contexto de máxima tensión militar con Estados Unidos, lo que lleva a interpretar la medida no solo como un estímulo económico, sino también como una herramienta de propaganda para proyectar una imagen de paz y normalidad frente a las amenazas externas.
En resumenEl adelanto de la Navidad en Venezuela es una estrategia política multifacética. Funciona como una herramienta de propaganda para elevar la moral pública y proyectar estabilidad, al tiempo que intenta estimular la actividad comercial en una economía devastada. Para sus críticos, no es más que una cínica distracción de las profundas crisis que atraviesa el país.