La situación de al menos 38 ciudadanos colombianos detenidos en Venezuela ha generado una creciente preocupación humanitaria y diplomática. Sus familiares denuncian la falta de información sobre los cargos, la ausencia de un debido proceso y la ineficacia de los canales consulares para obtener respuestas del gobierno de Nicolás Maduro. Los informes describen un patrón preocupante: ciudadanos colombianos desaparecen y, meses después, son acusados de ser mercenarios o paramilitares sin pruebas claras ni acceso a una defensa adecuada.
El caso de Manuel Alejandro Tique, un ingeniero que trabajaba para la ONG Consejo Danés de Refugiados, es emblemático. Fue detenido durante una misión humanitaria en septiembre de 2024 y, un año después, su familia ha tenido un contacto mínimo con él.
A pesar de que la Cancillería colombiana ha enviado 18 notas verbales al régimen de Maduro, no ha obtenido respuesta. La hermana de Tique y otros familiares de detenidos expresan su desesperación ante el silencio de las autoridades venezolanas y la aparente incapacidad del gobierno colombiano para lograr avances. Este tema se ha convertido en un punto sensible en la relación bilateral, ya que, a pesar de la fluida cooperación comercial y diplomática entre los gobiernos de Gustavo Petro y Nicolás Maduro, los asuntos humanitarios como el de los detenidos parecen estar estancados.
En resumenLa detención arbitraria de decenas de colombianos en Venezuela representa una grave cuestión de derechos humanos y un punto de fricción significativo entre ambas naciones. A pesar de la restauración de las relaciones diplomáticas, la falta de transparencia y debido proceso para estos detenidos evidencia la fragilidad de la relación bilateral y la impotencia de las familias que buscan justicia.