La oposición venezolana atraviesa un complejo escenario de fragmentación interna y renovación de liderazgos, mientras enfrenta una represión sistemática por parte del régimen. A pesar de lograr una victoria reconocida internacionalmente en las elecciones de 2024, su capacidad para capitalizar ese apoyo se ve mermada por la persecución y la falta de una estrategia unificada. Durante más de dos décadas, la oposición ha transitado por diversas estrategias, desde la movilización en las calles hasta la participación electoral y la presión internacional, con liderazgos como los de Leopoldo López, Henrique Capriles, Juan Guaidó y, más recientemente, María Corina Machado y el candidato unitario Edmundo González Urrutia. Sin embargo, esta trayectoria ha estado marcada por la división y el desgaste.
El más reciente informe de la Misión Internacional Independiente de Determinación de los Hechos de la ONU es contundente al describir la situación actual, afirmando que existe un “plan de aniquilamiento de personas opositoras o percibidas como tales”. El informe documenta patrones de detenciones arbitrarias, torturas, desapariciones forzadas y violencia sexual que constituyen crímenes de lesa humanidad, intensificados tras los comicios de julio de 2024. Esta maquinaria represiva busca desarticular cualquier forma de disidencia.
A su vez, la oposición muestra fisuras en su postura frente a la crisis actual, como las diferentes visiones sobre la pertinencia de la presencia militar estadounidense en el Caribe, lo que añade una capa de complejidad a su ya difícil camino.
En resumenPese a contar con un renovado y significativo respaldo popular, la oposición venezolana se encuentra en una posición precaria. Está atrapada entre sus propias divisiones internas y un aparato estatal decidido a neutralizarla mediante una represión sistemática, lo que convierte la ruta hacia una transición democrática en un camino lleno de obstáculos.