El gobierno de República Dominicana, anfitrión de la X Cumbre de las Américas, anunció que Venezuela, Cuba y Nicaragua no serán invitados al encuentro programado para diciembre en Punta Cana. La decisión evidencia la persistente polarización política en el hemisferio y ha sido duramente criticada por los países excluidos, que acusan a Estados Unidos de imponer su agenda. En su comunicado oficial, la Cancillería dominicana justificó la medida argumentando la necesidad de priorizar “el éxito del encuentro” ante el “contexto actual de polarización política”. Asimismo, señaló que los tres países decidieron no formar parte de la Organización de Estados Americanos (OEA) y tampoco participaron en la edición anterior de la cumbre, factores que, según el país anfitrión, favorecen una mayor convocatoria si no están presentes. La reacción no se hizo esperar.
El Ministerio de Relaciones Exteriores de Cuba calificó la decisión como una “decisión impuesta por el Gobierno de Estados Unidos” y advirtió que la Cumbre, en esas condiciones, “está condenada al fracaso”. Este episodio revive el debate sobre la naturaleza y el propósito del foro, cuestionando si puede considerarse verdaderamente hemisférico cuando se excluye a naciones por razones ideológicas.
La exclusión refleja la profunda división en América Latina, donde un bloque de países se alinea con la postura de Washington en defensa de la democracia liberal, mientras otro defiende la soberanía y la inclusión de todos los estados de la región, independientemente de su sistema político.
En resumenLa exclusión de Venezuela, Cuba y Nicaragua de la Cumbre de las Américas subraya las profundas fisuras ideológicas en la región. Esta decisión, vista por unos como una defensa de la democracia y por otros como un acto de exclusión política dictado por Washington, debilita la pretensión del foro de ser un espacio de diálogo verdaderamente hemisférico.