Los gobiernos de Colombia y Venezuela han dado un nuevo paso para fortalecer su integración fronteriza con la firma de un Memorando de Entendimiento para la creación de una segunda zona económica binacional. Este acuerdo abarca el estado venezolano de Amazonas y los departamentos colombianos de Vichada y Guainía, buscando impulsar el desarrollo en la estratégica región del Orinoco. La firma del acuerdo se llevó a cabo en Puerto Carreño, capital de Vichada, en un acto calificado como “histórico” que contó con la presencia de los gobernadores de las tres entidades territoriales, Miguel Rodríguez (Amazonas), Fulberto Guevara (Vichada) y Arnulfo Rivera (Guainía), así como los embajadores de ambos países, Carlos Eduardo Martínez y Milton Rengifo. Este memorando establece un marco de cooperación en áreas clave como cultura, educación, comercio, turismo, deporte y energía.
Entre los objetivos concretos se encuentra la posibilidad de restablecer la interconexión eléctrica que históricamente abastecía a Puerto Carreño desde Venezuela.
El embajador colombiano, Milton Rengifo, destacó que la idea es coordinar las inversiones para evitar duplicidades, sugiriendo que “si aquí hacemos un hospital, que el país vecino haga una universidad”.
Como parte de la profundización de las relaciones, se anunció la próxima apertura de consulados de Colombia en Puerto Ayacucho y de Venezuela en Puerto Carreño e Inírida. Este acuerdo, que no genera obligaciones jurídicas sino que se basa en la voluntad política, es el segundo de su tipo, tras el firmado previamente para la región del Catatumbo. A pesar del optimismo, analistas señalan desafíos, como la presencia de economías ilícitas como la minería ilegal en la zona, lo que pone a prueba el compromiso real de ambos gobiernos para un desarrollo sostenible y legal en la frontera.
En resumenLa creación de la segunda zona económica binacional entre Colombia y Venezuela representa un avance significativo en la normalización de sus relaciones diplomáticas y comerciales. El acuerdo busca transformar una frontera históricamente compleja en un polo de desarrollo compartido, aunque su éxito dependerá de la capacidad de ambos estados para traducir los compromisos políticos en acciones tangibles y controlar las economías ilegales.