Esta situación ha elevado la tensión geopolítica en la región a niveles críticos, generando preocupación en toda América Latina.

La administración de Donald Trump ha movilizado un poderoso dispositivo que incluye destructores de la clase Arleigh Burke equipados con misiles Tomahawk, un submarino de ataque rápido nuclear, ocho buques de guerra, cazas F-35 y 4.500 efectivos, posicionados cerca de las costas venezolanas. Washington defiende que el operativo busca combatir el narcotráfico, y el propio Trump ha afirmado haber destruido tres embarcaciones con un saldo de 14 muertos, calificándolos de "terroristas".

Esta narrativa es vista por Caracas como un pretexto para "forzar un cambio de régimen".

En respuesta, el gobierno venezolano ha activado la "Operación Caribe Soberano 200" en la isla de La Orchila, un ejercicio militar de tres días con 2.500 efectivos, aviones de combate rusos Sukhoi Su-30, buques, tanques anfibios y drones. El ministro de Defensa, Vladimir Padrino, afirmó que la patria "tiene quien la defienda", mientras que el ministro del Interior, Diosdado Cabello, aseguró que Maduro ordenó preparar la transición "de la lucha no armada a la lucha armada". Además, el mandatario ha instado a los campesinos a "tomar las armas" y ha promovido el entrenamiento de civiles en el manejo de armamento.

La escalada ha provocado reacciones regionales; la canciller colombiana criticó la presencia "desmesurada" de EE.

UU., y Cuba advirtió sobre una posible "agresión militar".