Estos incidentes marcan una escalada significativa en la estrategia de Washington hacia Venezuela. El primer ataque ocurrió el 2 de septiembre de 2025, cuando una nave de guerra estadounidense destruyó una lancha rápida con once tripulantes, quienes fallecieron en el acto. Dos semanas después, el presidente Donald Trump confirmó un segundo ataque contra otra embarcación que resultó en la muerte de tres personas. En ambos casos, la justificación de la Casa Blanca fue que las naves eran operadas por “narcoterroristas de Venezuela” y transportaban narcóticos.

Trump declaró tras el primer incidente: “Literalmente destruimos un barco, un barco que transportaba drogas, mucha droga”.

El gobierno estadounidense ha vinculado a los tripulantes con la banda transnacional Tren de Aragua.

Por su parte, el presidente venezolano Nicolás Maduro calificó la primera acción como una “pena de muerte marítima” y una “confesión pública de un crimen injustificable, sin derecho a la defensa, sin juicio, sin ley, sin respeto al derecho internacional”. Esta serie de ataques letales, los primeros de su tipo en la región desde la invasión a Panamá en 1989, se enmarcan en un amplio despliegue militar estadounidense en el sur del Caribe, que incluye múltiples buques de guerra y un submarino nuclear, bajo el pretexto de la lucha antinarcóticos. La escalada representa un cambio cualitativo en la política de presión de Washington, pasando de las sanciones económicas y diplomáticas a la aplicación directa de la fuerza militar.