Se le atribuye alinear la política exterior estadounidense con los "sectores más duros de la emigración cubana y venezolana en la Florida".

En este esquema, el rol de Donald Trump es darle a esta agenda un "formato de espectáculo". Acciones como el despliegue de cazas supersónicos, las amenazas de derribar aviones venezolanos y el cambio simbólico del nombre del Departamento de Defensa a "Departamento de Guerra" son vistas como parte de una puesta en escena para proyectar dureza. Esta estrategia es definida como "militarismo performativo": un despliegue concebido menos como un plan racional de seguridad y más como un espectáculo mediático para consumo interno.

El resultado es una política exterior que genera incertidumbre, desestabiliza la región y normaliza la confrontación como forma de relación hemisférica.