Los artículos mencionan que tanto China como Rusia son considerados por Maduro como “socios viejos y fiables”.
Rusia ha fortalecido sus lazos con Venezuela a través de proyectos energéticos, farmacéuticos y de cooperación militar, con un aumento del comercio bilateral del 70% en 2023 y la firma de un nuevo tratado de apoyo mutuo por diez años. Por su parte, China ha realizado inversiones millonarias, asegurando, según un analista, el 90% del petróleo venezolano por 20 años, lo que le otorga un interés estratégico en la estabilidad del régimen. La presencia del embajador chino, Lan Hu, junto a Maduro en actos oficiales, refuerza la idea de un bloque antioccidental.
Sin embargo, la reacción de estas potencias ante el despliegue naval estadounidense ha sido cautelosa.
Se señala que China ha optado por una postura “muy diplomática y poco firme”, mientras que Rusia tardó tres días en pronunciarse.
Esta ambigüedad sugiere que, si bien ofrecen respaldo político y económico, su disposición a intervenir militarmente en un conflicto en el hemisferio occidental es incierta.
A pesar de ello, la sola existencia de estas alianzas obliga a Estados Unidos a considerar las posibles repercusiones globales de una acción directa contra Venezuela.