La administración Trump ha justificado su masivo despliegue militar en el Caribe y su ofensiva contra el gobierno venezolano bajo el argumento de combatir al denominado “Cartel de los Soles”. Washington acusa a esta presunta organización criminal, supuestamente liderada por altos mandos militares y el propio Nicolás Maduro, de ser una de las redes de narcotráfico más peligrosas del planeta y una amenaza para la seguridad nacional estadounidense. Según informes citados en los artículos, el nombre del cartel proviene de las insignias doradas de los generales de la Guardia Nacional Bolivariana. Se le atribuye el control de rutas por las que transita cerca del 24% de la producción mundial de cocaína, con destinos en el Caribe, Europa, África y Estados Unidos. Las acusaciones van más allá del narcotráfico, vinculando a la red con trata de personas, contrabando de oro, lavado de activos y alianzas con grupos como el ELN, disidencias de las FARC y el Tren de Aragua. Para reforzar su ofensiva, Estados Unidos ha designado al cartel como organización terrorista, ha sancionado a más de 80 funcionarios venezolanos y ofrece una recompensa de 50 millones de dólares por información que conduzca a la captura de Maduro.
Desde Caracas, el gobierno niega categóricamente la existencia del cartel.
Diosdado Cabello ha calificado las acusaciones como “inventos del imperio”, mientras que otros funcionarios presentan informes que aseguran que en Venezuela no se producen drogas. Sin embargo, esta narrativa es la pieza central de la estrategia estadounidense, que le permite tratar al gobierno venezolano no como un actor político, sino como una organización criminal transnacional.
En resumenEstados Unidos utiliza la acusación de que Venezuela es un narcoestado operado por el 'Cartel de los Soles' como el principal fundamento jurídico y político para su escalada militar, una narrativa que le permite justificar sanciones, recompensas y un posible uso de la fuerza.