Diversos analistas y críticos del gobierno de Estados Unidos sostienen que la "guerra contra las drogas" es una excusa para la intervención, y que el interés principal de Washington radica en el control de las vastas reservas de petróleo de Venezuela. Venezuela posee las mayores reservas probadas de crudo del mundo, un factor geoestratégico que, según varias voces críticas, es la verdadera motivación detrás de la escalada de presión de la administración Trump. Pino Arlacchi, exparlamentario italiano y experto en mafias, calificó el ataque a la presunta narcolancha como un "gran engaño" y una "geopolítica disfrazada de guerra contra las drogas", concluyendo que el conflicto "no va de cocaína, va de petróleo".
Esta perspectiva se apoya en antecedentes históricos y declaraciones de altos funcionarios estadounidenses.
En 2019, el entonces asesor de Seguridad Nacional, John Bolton, admitió públicamente que "sería estupendo que empresas estadounidenses pudieran acceder al petróleo venezolano". Los artículos de análisis comparan la situación actual con la invasión de Irak en 2003, justificada por la existencia de "armas de destrucción masiva" que nunca fueron encontradas, sugiriendo que la narrativa del narcotráfico cumple un rol similar de pretexto.
El presidente Maduro ha reforzado esta idea, afirmando que EE.
UU. busca apropiarse "gratis" del crudo venezolano.
La historia de intervenciones de Washington en América Latina, a menudo ligadas a intereses económicos, alimenta la sospecha de que la lucha contra el narcotráfico es una fachada para asegurar el control de recursos estratégicos en un país que se ha alineado con potencias rivales como China y Rusia.
En resumenMás allá de la justificación oficial de la lucha contra el narcotráfico, múltiples informes sugieren que la principal motivación de la presión estadounidense sobre Venezuela es obtener acceso y control sobre las inmensas reservas de petróleo del país, siguiendo patrones históricos de política exterior impulsada por los recursos.