El gobierno de Estados Unidos ha desplegado una considerable fuerza naval y militar en el mar Caribe, cerca de las costas venezolanas, en una operación que ha elevado la tensión regional a su punto más álgido en años. Oficialmente, la misión busca combatir el narcotráfico, pero es ampliamente interpretada como una medida de máxima presión contra el gobierno de Nicolás Maduro. El despliegue, calificado por el presidente Nicolás Maduro como “la amenaza más grande que haya percibido el continente en los últimos 100 años”, incluye al menos ocho buques de guerra, entre ellos destructores, un crucero lanzamisiles, un buque de asalto anfibio y un submarino de ataque de propulsión nuclear.
La fuerza se complementa con aproximadamente 4.200 a 4.500 efectivos militares, incluyendo marines.
La justificación pública de Washington se centra en la lucha contra el narcotráfico y el desmantelamiento de redes criminales, con un foco específico en el denominado “Cartel de los Soles”, una presunta organización que, según Estados Unidos, opera desde las altas esferas del poder en Venezuela. Esta narrativa se ve reforzada por una recompensa de 50 millones de dólares por información que conduzca a la captura de Maduro. La presencia de un submarino nuclear ha generado denuncias por parte de Caracas ante la ONU, argumentando que viola el Tratado de Tlatelolco de 1967, que declara a América Latina y el Caribe como zona libre de armas nucleares. Analistas y exdiplomáticos, como James Story, sostienen que, si bien es una “muestra de fuerza”, la flota no tiene la capacidad para una invasión a gran escala, sugiriendo que el objetivo es más bien la disuasión, la presión psicológica y el apoyo a una posible fractura interna en el régimen venezolano.
En resumenEl despliegue naval estadounidense constituye una demostración de fuerza sin precedentes recientes en la región. Aunque su objetivo declarado es la lucha antinarcóticos, ha sido interpretado universalmente como una herramienta de presión geopolítica que ha provocado una enérgica respuesta de Venezuela y ha activado los mecanismos diplomáticos de emergencia en América Latina para evitar una escalada del conflicto.