Sin embargo, los análisis destacan diferencias cruciales: Venezuela posee un territorio mucho más extenso, fuerzas armadas más robustas, colectivos armados leales al chavismo y el respaldo de potencias rivales como Rusia y China.

Una invasión directa podría derivar en un conflicto prolongado y de alto costo, similar a la guerra de Irak. Por ello, el escenario más plausible no sería una invasión tradicional, sino una combinación de presiones. El exembajador de EE. UU., James Story, afirmó que la flota "no es una fuerza de invasión", sino una "muestra de fuerza" para disuadir y apoyar a actores internos. Esta visión se alinea con la idea de una estrategia de disuasión calibrada que busca inducir fracturas en la cúpula chavista y en las Fuerzas Armadas.

El objetivo sería forzar una transición controlada mediante coerción económica, aislamiento diplomático y la amenaza latente de ataques quirúrgicos contra infraestructura crítica si Caracas comete un error táctico.

El opositor Henrique Capriles también aportó a este debate, señalando que "quienes piden una invasión contra Maduro no viven en Venezuela", subrayando los devastadores costos humanos de un conflicto armado.