Mientras coopera con Caracas en seguridad fronteriza, Petro ha rechazado una posible intervención militar extranjera, generando un delicado equilibrio diplomático.
El presidente Petro ha adoptado una postura crítica frente a la narrativa estadounidense, llegando a afirmar que el "Cartel de los Soles no existe" y que es una "excusa ficticia" para justificar acciones contra gobiernos de izquierda. Advirtió enfáticamente que una invasión a Venezuela convertiría al país vecino en "una Siria" y arrastraría a Colombia a un conflicto.
Al mismo tiempo, su gobierno ha buscado la cooperación con el régimen de Maduro para abordar la crisis de seguridad en la frontera de más de 2.200 kilómetros, una zona con fuerte presencia del ELN y disidencias de las FARC. En este contexto, Venezuela desplegó 15.000 efectivos en su lado de la frontera, mientras Colombia reforzó la región del Catatumbo con 25.000 soldados.
Nicolás Maduro agradeció públicamente a Petro, elogiando su "posición patriótica y bolivariana".
Esta dualidad coloca a Colombia en una encrucijada: por un lado, necesita coordinarse con Caracas para gestionar la seguridad fronteriza y la crisis humanitaria; por otro, debe mantener su histórica alianza estratégica con Washington, que ve con recelo cualquier acercamiento a Maduro.
La diplomacia colombiana se ve forzada a transitar una línea muy delgada, buscando ser un actor de contención regional sin comprometer sus alianzas clave.