Venezuela, como país miembro y potencia petrolera, forma parte de un debate crucial que enfrenta las metas climáticas con las economías extractivistas.
En la reunión se firmó la “Declaración de Bogotá”, que compromete a los países a cooperar contra el crimen transnacional, compartir información y avanzar hacia una “transición energética justa”. Sin embargo, la propuesta del presidente anfitrión, Gustavo Petro, de incluir un cese programado de la producción de hidrocarburos en la Amazonía no prosperó. Se opusieron Brasil, Ecuador y Perú, países con importantes proyectos de extracción de crudo en la cuenca.
La declaración final no mencionó metas ni plazos para abandonar los combustibles fósiles, un punto que generó críticas de organizaciones ambientalistas e indígenas. El presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, enfocó el debate hacia la COP30, que se celebrará en su país, afirmando que será la “COP de la verdad”, donde se exigirán recursos a los países industrializados para “pagar para mantener el bosque en pie”. La falta de consenso sobre el petróleo refleja el dilema de países como Venezuela, cuya economía depende históricamente de los hidrocarburos.