La creciente confrontación entre Estados Unidos y Venezuela ha provocado una profunda división en América Latina y el Caribe, con países alineándose en frentes opuestos. Mientras algunas naciones respaldan las acciones de Washington, otras condenan lo que consideran una violación de la soberanía y un acto de intervencionismo, reflejando una fractura en el consenso regional. Un bloque de países ha mostrado su apoyo a la estrategia estadounidense. La primera ministra de Trinidad y Tobago, Kamla Persad, declaró que su país respaldará a EE.
UU. y ofrecerá acceso a su territorio si Venezuela ataca a Guyana.
De manera similar, los gobiernos de Argentina, Ecuador y Paraguay se sumaron a Washington al declarar al Cartel de los Soles como una organización terrorista.
Francia también ha reforzado su presencia militar en Guadalupe, alineándose con la postura de EE. UU. en la región.
En el lado opuesto, potencias como Rusia y China han expresado su respaldo político a Caracas. El canciller ruso, Sergei Lavrov, manifestó el apoyo de Moscú en la defensa de la soberanía venezolana, mientras que China rechazó el despliegue militar estadounidense. Gobiernos de izquierda como los de México, Bolivia, Cuba y Nicaragua, así como la alianza ALBA, también se manifestaron en contra de la operación, calificándola de “injerencista” y una amenaza a la declaración de la región como “Zona de Paz”.
En resumenLa tensión entre EE. UU. y Venezuela ha fracturado la diplomacia regional, creando dos bloques claramente definidos. Por un lado, aliados de Washington que endurecen su postura contra Maduro y, por otro, gobiernos que defienden la soberanía venezolana y denuncian el intervencionismo, evidenciando una profunda polarización geopolítica.