Frente a la creciente presión militar y diplomática de Estados Unidos, el gobierno de Nicolás Maduro ha desplegado una contraofensiva en el ámbito internacional, buscando el respaldo de las Naciones Unidas y fortaleciendo sus lazos con aliados estratégicos como China y Rusia. Esta estrategia busca contrarrestar el aislamiento y denunciar las acciones de Washington como una violación al derecho internacional. El gobierno venezolano envió una carta formal al secretario general de la ONU, António Guterres, solicitando su intervención para detener el despliegue militar estadounidense en el Caribe. En la misiva, Caracas calificó la presencia de buques de guerra y, en particular, de un submarino nuclear, como “una grave amenaza a la paz y la seguridad regionales” que contraviene el Tratado de Tlatelolco.
Paralelamente, Maduro ha reforzado sus alianzas.
El ministro de Exteriores de Rusia, Sergei Lavrov, expresó a la vicepresidenta Delcy Rodríguez el respaldo de Moscú en la defensa de la soberanía venezolana. De igual forma, China se pronunció en contra del despliegue militar estadounidense. La portavoz del Ministerio de Exteriores, Mao Ning, afirmó que su país “se opone” a cualquier amenaza del uso de la fuerza. Maduro ha hecho gala de esta relación, revelando que se comunica directamente con el presidente Xi Jinping a través de un teléfono satelital Huawei de obsequio. A pesar de este respaldo diplomático, analistas señalan que el apoyo de China y Rusia es principalmente político y económico, y es poco probable que se traduzca en una intervención militar directa en el Caribe. El interés de Pekín, por ejemplo, se centra en proteger sus inversiones y el acceso a recursos energéticos.
En resumenPara contrarrestar la presión de Estados Unidos, el gobierno de Maduro ha recurrido a la ONU para denunciar el despliegue militar en el Caribe y ha fortalecido sus alianzas estratégicas con China y Rusia, buscando un respaldo diplomático y económico que le permita resistir el aislamiento internacional.