Ambos países han condenado públicamente el despliegue militar estadounidense en el Caribe.
El Ministerio de Relaciones Exteriores de China expresó su oposición “al uso o la amenaza del uso de la fuerza en las relaciones internacionales”, instando a EE.
UU. a contribuir a la paz. De manera similar, el canciller ruso, Serguéi Lavrov, comunicó a la vicepresidenta venezolana, Delcy Rodríguez, el apoyo de Moscú en la defensa de la soberanía de Caracas. Nicolás Maduro ha hecho gestos para visibilizar esta alianza, como alardear de un teléfono satelital Huawei, regalo de su homólogo Xi Jinping, para comunicación directa.
Si bien este apoyo es crucial en los foros diplomáticos y podría traducirse en cooperación económica o técnica, los analistas señalan que es poco probable que se materialice en una intervención militar directa en el Caribe para defender a Venezuela. La postura de China y Rusia parece centrarse en proteger sus intereses estratégicos y comerciales en el país, principalmente en el sector energético, y en desafiar la hegemonía estadounidense, pero sin arriesgarse a una confrontación militar directa.
Por lo tanto, aunque este respaldo otorga a Maduro un importante oxígeno diplomático, su alcance práctico en un escenario de conflicto armado sigue siendo limitado.