Como parte de su estrategia de “máxima presión”, el gobierno de Estados Unidos ha elevado a 50 millones de dólares la recompensa por información que conduzca a la captura o condena de Nicolás Maduro. Esta medida, que duplica la oferta anterior de 25 millones, representa una de las recompensas más altas ofrecidas por Washington por un jefe de Estado en funciones y constituye una escalada significativa en las tácticas para forzar un cambio de régimen. La recompensa se enmarca dentro del Programa de Recompensas por Narcóticos del Departamento de Estado y está directamente vinculada a las acusaciones de que Maduro lidera el “Cartel de los Soles”. Al poner un precio a la cabeza del mandatario, Estados Unidos busca no solo criminalizarlo a nivel internacional, sino también incentivar fracturas y delaciones dentro de su círculo de poder.
La estrategia se complementa con recompensas por otros altos funcionarios, como los 25 millones de dólares ofrecidos por Diosdado Cabello.
Esta táctica de presión judicial y financiera se ha convertido en una alternativa a la intervención militar directa, un escenario que, aunque no descartado, conlleva altos costos políticos y logísticos. La medida ha sido promocionada en la frontera colombo-venezolana, donde apareció una valla publicitando las recompensas, generando aún más tensión en la ya volátil zona. Para la administración Trump, esta herramienta busca desestabilizar al régimen desde adentro, apostando a que la presión económica y la amenaza de enjuiciamiento puedan quebrar la lealtad de figuras clave del chavismo.
Maduro, por su parte, ha calificado la medida como una acción “terrorista” e “ilegal”.