La portavoz de la Casa Blanca, Karoline Leavitt, afirmó que Washington está preparado para “usar todo su poder” para lograr este fin. Sin embargo, la magnitud y la composición de la fuerza desplegada han llevado a analistas y a varios gobiernos de la región a interpretar la maniobra como una demostración de “hard power” y una táctica de presión máxima contra el gobierno de Nicolás Maduro. El despliegue incluye a los destructores USS Gravely, USS Jason Dunham y USS Sampson, y el grupo anfibio USS Iwo Jima, embarcaciones con capacidades ofensivas que exceden las necesarias para operaciones de interdicción de drogas. Esta acción es vista como una herramienta de disuasión calibrada que busca inducir fracturas internas en el estamento político y militar venezolano, sin necesidad de una invasión directa. La presencia de este contingente militar no solo eleva la tensión bilateral a su punto más alto en años, sino que también reconfigura el equilibrio estratégico en el Caribe, generando incertidumbre sobre los próximos pasos de Washington y una posible escalada del conflicto.
