Los artículos presentan varios escenarios posibles.

Una corriente de análisis sugiere que Washington no busca una invasión, sino inducir “fracturas internas en la cúpula chavista y en la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (Fanb)” mediante una “disuasión militar calibrada”.

El objetivo sería forzar una transición controlada sin los altos costos de un conflicto abierto.

Esta estrategia de “coercer sin invadir” se complementaría con sanciones económicas, presión diplomática y recompensas millonarias. Sin embargo, se advierte que un “error táctico” por parte de Caracas podría servir de “casus belli” para justificar “ataques quirúrgicos” contra infraestructura crítica.

Otra perspectiva compara la situación con la operación que derrocó a Manuel Noriega, aunque reconoce que Venezuela es un país más grande, con mayores capacidades militares y un contexto geopolítico distinto que haría una intervención mucho más costosa y riesgosa.

Se destaca además el relativo aislamiento de Venezuela en cuanto a apoyo militar estratégico, ya que ni Rusia ni China parecen dispuestas a una escalada en el Caribe.

La conclusión general es que, si bien una invasión clásica es poco probable, la estrategia estadounidense combina múltiples herramientas de poder para crear una incertidumbre estratégica que debilite al régimen desde adentro.