La crisis ha puesto a prueba los alineamientos geopolíticos en la región, evidenciando una clara división internacional.
Por un lado, aliados tradicionales de Venezuela han cerrado filas en defensa de su soberanía. El ministro de Exteriores de Rusia, Sergei Lavrov, manifestó el respaldo de Moscú a Caracas, mientras que China, a través de su portavoz Mao Ning, expresó su oposición “al uso o la amenaza del uso de la fuerza en las relaciones internacionales”. De igual forma, países del ALBA han condenado la acción estadounidense.
En contraste, el gobierno de Trinidad y Tobago ha mostrado un claro alineamiento con Estados Unidos.
La primera ministra Kamla Persad-Bissessar declaró que, si Venezuela ataca a Guyana, su país proporcionará acceso a su territorio a las fuerzas estadounidenses “sin dudar”, argumentando que los pequeños estados caribeños no pueden enfrentar solos a los carteles de la droga. Francia también ha reforzado su presencia militar en Guadalupe, una medida que se alinea con la estrategia de Washington en la región. En una posición más matizada, el presidente de Colombia, Gustavo Petro, ha rechazado la narrativa estadounidense, afirmando que el “Cartel de los Soles” es una “excusa ficticia” y proponiendo una estrategia de “coordinar y no someter” para combatir el narcotráfico.
Brasil, por su parte, expresó su “preocupación” por la movilización militar.