Esta narrativa justifica tanto las sanciones y recompensas como el reciente despliegue militar en el Caribe.
Según las autoridades estadounidenses, el Cartel de los Soles no es una estructura criminal tradicional, sino una red de funcionarios corruptos dentro de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB) que utiliza recursos del Estado para facilitar el tráfico de drogas. La designación de esta organización como un “grupo terrorista internacional” en julio de 2025 por parte del Departamento del Tesoro de EE.
UU. fue un paso clave para legitimar acciones más contundentes.
Washington acusa directamente a Nicolás Maduro de liderar el cartel, junto a figuras como Diosdado Cabello y Vladimir Padrino López. Recientemente, estas acusaciones han sido supuestamente reforzadas por el testimonio de Ovidio Guzmán López, hijo de 'El Chapo' Guzmán, quien, como parte de un acuerdo con la justicia estadounidense, habría señalado a Maduro como jefe de la organización y detallado cómo los cárteles mexicanos comenzaron a operar en Venezuela bajo su mandato. La narrativa del “narcoterrorismo” es repetida por altos funcionarios como el director de la DEA, Terry Cole, quien afirmó que “Venezuela se ha convertido en un Estado narcoterrorista”.
Este marco conceptual permite a Estados Unidos tratar al gobierno venezolano no como un actor político legítimo, sino como una organización criminal, justificando así medidas coercitivas extremas que, de otro modo, serían consideradas violaciones del derecho internacional.