El presidente Gustavo Petro ha adoptado una postura crítica frente al despliegue naval estadounidense, calificándolo como “una agresión contra América Latina y el Caribe” y advirtiendo que una invasión convertiría a Venezuela en “otra Siria”.
Esta retórica se alinea con un discurso de soberanía regional y rechazo al intervencionismo.
Sin embargo, Colombia es un socio histórico de Estados Unidos en la lucha contra el narcotráfico, y su gobierno debe coordinar acciones en este frente.
El ministro de Defensa colombiano, Pedro Sánchez, ha mantenido una postura cautelosa, afirmando que la prioridad es “proteger nuestra soberanía” y que cualquier posición geopolítica será comunicada oficialmente por la presidencia. La situación se complica por la porosa frontera de más de 2.200 kilómetros, donde la presencia de grupos armados ilegales como el ELN y las disidencias de las FARC es un problema de seguridad para ambos países. Una escalada militar en Venezuela podría tener repercusiones devastadoras para Colombia, incluyendo una nueva crisis migratoria y un aumento de la violencia en las zonas fronterizas. El llamado de Nicolás Maduro a Petro para unirse en un frente común añade más presión a Bogotá, que debe decidir hasta qué punto apoya la diplomacia regional propuesta por Caracas sin deteriorar su relación con Washington.