El presidente Gustavo Petro ha sido crítico, calificando la operación como “una agresión contra Latinoamérica y el Caribe” y advirtiendo sobre el riesgo de convertir a Venezuela en “otra Siria”.

No obstante, su gobierno mantiene una cooperación estratégica con Estados Unidos en la lucha antinarcóticos.

México también ha rechazado la medida, pidiendo respeto al principio de no intervención.

En contraste, algunos gobiernos del Caribe han mostrado disposición a colaborar con las operaciones de interdicción marítima.

Esta diversidad de posturas evidencia la profunda polarización que genera la crisis venezolana en el hemisferio y el desafío que representa para la diplomacia regional.