El despliegue, coordinado por el Comando Sur de Estados Unidos (SOUTHCOM), incluye un contingente de más de 4.500 soldados y marines. La flota está compuesta por el Grupo Anfibio de Respuesta Iwo Jima, que incluye el buque de asalto anfibio USS Iwo Jima, el transporte anfibio USS San Antonio y el buque de desembarco USS Fort Lauderdale. A estas naves se suman al menos tres destructores de misiles guiados clase Arleigh Burke —el USS Gravely, el USS Jason Dunham y el USS Sampson—, un submarino de ataque de propulsión nuclear y aviones de vigilancia P-8 Poseidon. El objetivo declarado por el Departamento de Defensa es “combatir redes de narcotráfico transnacional” y “fortalecer la presencia disuasiva en el hemisferio occidental”. El gobierno venezolano, a través de su canciller Yván Gil, ha calificado la movilización como una “provocación militar” y una amenaza que pone en riesgo la “paz y estabilidad” de la región. Analistas señalan que la operación le otorga a Washington la capacidad de ejecutar asaltos rápidos y que Colombia podría jugar un rol clave como “nodo logístico o socio operativo”. La magnitud de la operación ha llevado a comparaciones con la intervención en Panamá, aunque el contexto geopolítico actual, con Venezuela manteniendo alianzas con Rusia y China, presenta un escenario mucho más complejo.
