El primer ministro polaco, Donald Tusk, condenó enérgicamente el incidente, que ocurrió en una ruta vital para el tránsito de ayuda militar y humanitaria hacia Ucrania.

La detonación, que según las autoridades podría haber tenido como objetivo descarrilar un tren, es vista como una agresión directa en territorio de la Alianza Atlántica. Este acto de sabotaje se enmarca en un contexto de creciente guerra híbrida, donde las infraestructuras críticas se han convertido en objetivos. La respuesta de Polonia no se hizo esperar en el ámbito diplomático. Poco después del incidente, el gobierno polaco decidió cerrar el último consulado ruso que operaba en su territorio, una medida que refleja el grave deterioro de las relaciones bilaterales. Analistas de seguridad consideran que, de probarse la autoría del Kremlin, este ataque representaría una grave escalada, ya que sería una acción premeditada y sin precedentes contra un miembro de la OTAN. El suceso ha generado un debate sobre si podría ser suficiente para invocar el artículo 5 del Tratado de la OTAN, que consagra el principio de defensa colectiva, aunque por ahora la investigación está en curso.