Aunque no se mencionó directamente a Rusia, las autoridades polacas atribuyeron la acción a servicios de inteligencia extranjeros.

La explosión, que según las primeras investigaciones estaba probablemente destinada a descarrilar un tren, ha generado una gran alarma en Polonia y ha desencadenado una investigación a gran escala. El primer ministro polaco, Donald Tusk, afirmó en un pronunciamiento el 17 de noviembre que el acto podría haber sido ordenado por una potencia extranjera, lo que apunta a una posible implicación de actores estatales en un intento de interrumpir el flujo de suministros y apoyo hacia Ucrania. Esta vía férrea es una de las rutas logísticas más importantes para el transporte de ayuda militar, asistencia humanitaria y mercancías entre Polonia y Ucrania. Su interrupción, aunque sea temporal, representa un golpe significativo a los esfuerzos de Kiev por mantener sus líneas de suministro abiertas en medio de la guerra. El incidente subraya la vulnerabilidad de la infraestructura crítica en los países que apoyan a Ucrania y eleva el espectro de una guerra híbrida que se extiende más allá de las fronteras del conflicto armado. La acusación de sabotaje por parte de “servicios de inteligencia extranjeros” aumenta las tensiones geopolíticas en Europa del Este y pone de manifiesto los riesgos que enfrentan los países de la OTAN que limitan con la zona de conflicto.