Los bombardeos rusos han destruido al menos dos centrales eléctricas y han causado daños severos en la infraestructura crítica a nivel nacional.

Esta estrategia deliberada ha provocado cortes de electricidad generalizados, con apagones programados que duran entre 8 y 16 horas diarias en varias regiones, incluyendo Járkov.

Uno de los ataques más intensos, ocurrido entre el 7 y 8 de noviembre, involucró más de 450 drones y 45 misiles dirigidos específicamente al sector energético. El objetivo de esta campaña es generar una crisis humanitaria al interrumpir el suministro de calefacción y agua caliente justo antes del invierno, buscando así quebrar la moral de la población civil y presionar al gobierno de Kiev. Analistas señalan que esta táctica forma parte de una estrategia mayor que no solo apunta a objetivos militares, sino que busca paralizar la vida cotidiana y la economía del país. La capacidad de Ucrania para reparar rápidamente la infraestructura dañada se ve constantemente desafiada por la continuidad de los ataques, lo que hace que el apoyo internacional para la defensa aérea y la reconstrucción sea aún más urgente.