Su captura proporcionaría a Moscú una plataforma para avanzar hacia el norte, en dirección a Kramatorsk y Sloviansk, las dos ciudades más grandes que Kiev aún controla en la región. La situación en el terreno es desesperada para las fuerzas ucranianas, que se encuentran en una inferioridad numérica de aproximadamente ocho a uno. A pesar de ello, y tras el envío de refuerzos de fuerzas especiales, la resistencia continúa. Los informes indican que las tropas rusas ya han irrumpido en la devastada ciudad, aunque análisis independientes como el de DeepState sugieren que Moscú controla menos zonas de las que afirma haber conquistado. Ucrania anticipa que Rusia podría enviar hasta 150.000 soldados adicionales para asegurar la captura de este enclave, lo que subraya su importancia estratégica. La lucha se ha convertido en un símbolo de la tenacidad ucraniana frente a una presión abrumadora, pero también evidencia las dificultades de Kiev para defender una línea de frente tan extensa. El Kremlin considera esta batalla como una oportunidad para lograr una victoria estratégica significativa, la primera de gran calibre desde 2023, y consolidar su control sobre la cuenca carbonífera del río Donetsk.