Esta táctica busca llevar el conflicto más allá de las fronteras ucranianas y afectar directamente la capacidad logística y económica de Rusia. Las regiones fronterizas como Belgorod han sido los principales objetivos, convirtiéndose en el escenario de una “guerra de los drones”. Los ataques ucranianos han causado daños en instalaciones eléctricas y refinerías rusas, lo que demuestra una creciente capacidad para golpear objetivos estratégicos a distancia.

Las autoridades de Kiev han asumido abiertamente esta estrategia, que busca responder a los bombardeos sistemáticos de Moscú contra la infraestructura energética ucraniana. Aunque el impacto de estos ataques en Rusia está lejos de alcanzar un umbral crítico para la vida cotidiana en general, sí ha obligado a las autoridades rusas a reforzar sus defensas y ha generado una mayor sensación de inseguridad en las zonas fronterizas. La intensificación de estos ataques cruzados a instalaciones críticas marca una nueva fase en el conflicto, donde ambas partes buscan debilitar la capacidad del otro para sostener el esfuerzo de guerra.