El presidente Volodímir Zelenski denunció que el ataque tuvo como objetivo principal el sistema eléctrico ucraniano, afectando infraestructuras en las regiones de Vínitsia, Cherkasi, Poltava, Dnipró, Ivano-Frankivsk, Leópolis, Sumi, Kiev y Mikoláyiv. El gobierno de Kiev calificó la operación como un ataque “combinado y complejo”, diseñado para saturar las defensas antiaéreas y maximizar el daño a infraestructuras críticas.
Por su parte, Moscú afirmó haber derribado 170 drones ucranianos durante los enfrentamientos, aunque esta cifra no ha sido verificada de forma independiente.
La escala de este ataque refleja una escalada en la estrategia rusa de golpear la retaguardia ucraniana, buscando no solo obtener ventajas militares sino también generar un impacto psicológico y humanitario en la población civil, especialmente con la llegada del invierno.












