El anuncio, realizado por el jefe del Estado Mayor ruso, Valeri Guerásimov, es interpretado como una demostración de fuerza y una respuesta directa a la creciente ayuda militar occidental a Ucrania. Según Guerásimov, el misil recorrió 14.000 kilómetros durante casi 15 horas de vuelo el pasado 21 de octubre, completando maniobras para eludir sistemas antiaéreos. El presidente Vladímir Putin calificó el arma como “única en el mundo” y destacó que su desarrollo se consideraba “irrealizable”.

Este ensayo se produce en un contexto de estancamiento en los diálogos de paz y se suma a la prueba de un dron submarino también con capacidad nuclear.

La comunidad internacional ha reaccionado con inquietud.

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, calificó la prueba de “inapropiada” y urgió a Putin a detener la guerra en Ucrania en lugar de enfocarse en exhibiciones militares. Analistas consideran que este tipo de pruebas refuerza la imagen de una Rusia que busca disuadir a la OTAN y demostrar que posee capacidades militares avanzadas, a pesar del desgaste del conflicto. La prueba del Burevestnik no solo eleva la tensión nuclear, sino que también subraya la intención de Moscú de mantener una postura desafiante frente a Occidente.