Los ataques se concentraron en diez regiones, con Kiev como objetivo principal, pero también afectaron a Járkov, Odesa y Dnipropetrovsk.

El presidente Volodímir Zelenski denunció que en solo una semana, Rusia ha utilizado “casi 1.200 drones, más de 1.360 bombas guiadas, y más de 50 misiles”.

La estrategia rusa se ha centrado en la infraestructura eléctrica y gasística, provocando apagones masivos y agravando la crisis humanitaria.

Los ataques también han causado víctimas civiles, con un saldo de al menos seis muertos en una de las jornadas. En un hecho particularmente alarmante, un dron impactó en una guardería en Járkov, mientras que en Kiev otro ataque afectó un jardín infantil donde se refugiaban 48 niños, quienes afortunadamente resultaron ilesos.

Ante la escalada, Zelenski ha reiterado su llamado urgente a los aliados para que suministren más sistemas de defensa aérea, especialmente los Patriot, los únicos capaces de derribar los misiles Kinzhal.