El primer ministro británico, Keir Starmer, se comprometió a “presionar a sus aliados” para que proporcionen estos sistemas.

Sin embargo, la petición de Kiev de misiles Tomahawk de fabricación estadounidense fue rechazada, ya que se consideran “demasiado peligrosos como para ser puestos en manos de Ucrania en estos momentos”. A pesar de esta negativa, los países europeos son conscientes de que Ucrania podrá utilizar misiles europeos con componentes estadounidenses en territorio ruso. Esta estrategia busca aumentar el coste del conflicto para Rusia y forzarla a negociar en términos más favorables para Ucrania, con la esperanza de que la fortaleza de los aliados pueda devolver a Kiev lo que su ejército no ha logrado recuperar en el campo de batalla. La táctica europea consiste en una escalada continua, suministrando armamento cada vez más pesado y con mayor alcance, para llevar la guerra a una situación en la que una resolución política sea más probable, aunque esto implique prolongar el conflicto a corto y medio plazo.