La administración de Donald Trump impuso sanciones a las dos mayores compañías petroleras rusas, Rosneft y Lukoil, congelando sus activos en territorio estadounidense y prohibiendo cualquier transacción con ellas.

El presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, celebró la medida como un “mensaje contundente y necesario” para que Putin ponga fin a la guerra. Por su parte, la Unión Europea aprobó su decimonoveno paquete de sanciones, que incluye una prohibición a las importaciones de gas natural licuado (GNL) ruso a partir de 2027 y restricciones a la llamada “flota fantasma” de petroleros que Moscú utiliza para evadir las restricciones existentes.

El presidente francés, Emmanuel Macron, afirmó que este comercio paralelo financia entre el 30 % y el 40 % del esfuerzo bélico ruso.

La respuesta de Moscú no se hizo esperar; la portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores, María Zajárova, calificó las sanciones de “contraproducentes” y aseguró que su país ha desarrollado “una fuerte inmunidad frente a las restricciones occidentales”. China también manifestó su oposición a lo que considera una acción unilateral de Washington.

Estas medidas ya han tenido un impacto en los mercados globales, con un alza en los precios del petróleo.