La Casa Blanca ha señalado que la reunión no se celebrará en un “futuro inmediato”, moderando las expectativas de un avance rápido hacia la paz en Ucrania. Este aparente retraso se debe, en parte, a las posturas divergentes de las partes involucradas. Mientras los líderes europeos y Trump han abogado por iniciar negociaciones a partir de las líneas de batalla actuales, Rusia se ha opuesto a un cese de los combates como condición previa para la cumbre, lo que pone en peligro el encuentro en Budapest. El Kremlin ha negado que se haya aplazado una reunión preparatoria clave entre el canciller ruso Serguéi Lavrov y el secretario de Estado estadounidense Marco Rubio, pero ha admitido que aún quedan “muchas cuestiones” por resolver.

El escenario diplomático es complejo, con Estados Unidos buscando un cese de hostilidades, Europa dividida sobre cómo proceder, y Rusia intentando negociar desde una posición de fuerza militar. Este contexto de discrepancias sobre las condiciones previas y los objetivos de la cumbre ha ralentizado el proceso, generando incertidumbre sobre si el encuentro finalmente se materializará y, en caso de hacerlo, si podrá producir resultados concretos para poner fin a la guerra.