La decisión de celebrar la cumbre dentro del espacio de la Unión Europea, pero al margen del organismo, subraya las divisiones existentes dentro del bloque respecto a la política hacia Rusia. Hungría ha sido uno de los miembros de la UE más reacios a imponer sanciones contundentes contra Moscú y ha mantenido lazos energéticos y políticos con el Kremlin. El asesor de la presidencia rusa, Yuri Ushakov, confirmó que Putin apoyó de inmediato la idea de reunirse en Budapest. Por su parte, el gobierno de Orbán garantizó la seguridad de Putin para viajar a la capital húngara, a pesar de la orden de arresto internacional que pesa sobre el mandatario ruso. Esta situación pone en una posición incómoda a la UE, que observa cómo uno de sus estados miembros facilita un diálogo directo entre Washington y Moscú en el que Bruselas no participa. La elección del lugar es, por tanto, una jugada geopolítica que resalta la influencia de Orbán como intermediario y evidencia las fisuras en la política exterior común europea frente a la guerra en Ucrania.